Los dedos le cosquilleaban con la necesidad de cogerla de la mano. Tenía que recurrir a todo su tan cacareado autocontrol élfico para no acorralarla contra una de las columnas de mármol y besarla allí mismo, en medio del pasillo. Sentía la cada vez más imperiosa tentación de hacerle el amor en los jardines, bajo los árboles, desnuda entre las
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